Discapacidad y dispositivos móviles. La ceguera del investigador
Si viajáramos en el pasado, tan solo unos años, notaríamos una ausencia en el bolsillo: el teléfono móvil, hoy imprescindible para todos. Cuando estos dispositivos, omnipresentes en nuestra sociedad aparecieron, fueron primero objetos de lujo y, cuando su consumo se popularizó, poco a poco fueron apareciendo terminales adaptados para distintas discapacidades: móviles para invidentes, para personas con sus miembros superiores con motricidad disminuida… ha sido un largo camino hasta llegar aquí, donde todos pueden “gozar” de la nomofobia (esto es: el miedo irracional a salir de casa sin el teléfono móvil)
Pero la tecnología sigue su curso, haciendo buena al tiempo la frase de William Gibson al decir que el futuro está aquí, solo que está desigualmente distribuído. De aquellos teléfonos que poco más que hacer y recibir llamadas podían hacer, a los terminales “Smartphone” que disfrutamos hoy, hay un camino corto en el tiempo, pero aparentemente tan largo como el que va del globo de los hermanos Montgolfier al programa Apolo. El teléfono que en este momento amenaza con caer de mi bolsillo tiene una funcionalidad muy superior… al ordenador que usé para hacer mi tesis doctoral.
Podemos pensar que, aunque hoy por hoy los esfuerzos de los fabricantes por procurar que esa tecnología sea universal quedan en pobres, no lo es tanto, y que es mera cuestión de tiempo que lleguen a ello. Pero me gustaría ponerme un tanto egoísta al hablar de esto. Así, si consideramos las dificultades inherentes a la edad que padece un anciano como una tipología de discapacidad, como usualmente se hace, pensaremos que, con suerte, “a eso tengo que llegar”.
Y es que la simple secuencia de vida de cualquier ser humano conlleva que en cada una de sus etapas se puedan sufrir el efecto de las barreras: bebes que viajan en su sillita, adolescentes deportistas con muletas de forma temporal, ancianos con bastón o sillas de ruedas. Barreras no solo físicas, recordemos el origen de éste hilo: también tecnológicas. Un móvil complejo de última generación será difícilmente comprensible para un anciano, de igual forma que un ciudadano con una conexión a internet por RTB se desesperará cuando intente hacer la lista de la compra en un supermercado donde el informático haya decidido dar rienda suelta a sus portentosos conocimientos y haga sufrir a los visitantes con interminables animaciones elaboradas pensando en accesos por cable o ADSL.
Así, vemos que la accesibilidad es cosa de todos, se sea o no discapacitado. Y retornando el agua a nuestro cauce, concluimos que todos los usuarios se benefician de la accesibilidad. Como dice Henry (Henry; 2002), cualquier producto que sea diseñado atendiendo a limitaciones derivadas de discapacidades individuales, posibilitarán y facilitarán así mismo su acceso por usuarios que, sin padecer estas discapacidades, se encuentren en contextos de uso desfavorables y de equivalente limitación, por lo que el número de usuarios beneficiados de este modo de diseño sería mayor que el representado por usuarios con discapacidad.
Vale. ¿Y que ocurre con los dispositivos Smartphone?. Para poder responder a esa pregunta, nos hace falta seguir dos caminos: el del estudio de la tecnología como tal, y el del usuario.
Y aquí es donde pinchamos en hueso. Como recogemos de Huete, la información sobre la discapacidad en España es incompleta y fragmentada. Hay muchas fuentes a donde acudir, que se solapan, dejan huecos y, casi siempre, pecan de falta de actualización, lo que en nuestro campo es primordial. Eso, suponiendo que encontráramos en ellos lo que buscamos que, con mucha suerte, tan solo aparecen de forma tangencial, busquemos donde busquemos, desde el todopoderoso INE con su Encuesta sobre Discapacidades, Autonomía personal y situaciones de Dependencia (EDAD 2008) hasta el Módulo sobre Personas con Discapacidad de la Encuesta de Población Activa, pasando por la Base de Datos Estatal de Personas con Discapacidad (Observatorio de la discapacidad), la Información estadística sobre el Sistema para la Autonomía y Atención a la Dependencia (SAAD), la Encuesta Nacional de Salud (ENSE) o los Registros del Sistema Nacional de Salud.
Para empezar ese edificio, se impone pues empezar estudiando el uso. Una primera propuesta podría pasar por un estudio piloto con un segmento de la población muy determinado y escogido intencionalmente por sus características: estudiantes de carreras tecnológicas con algún tipo de discapacidad. Incluiríamos aquí, para ser coherentes con la exposición anterior, a los estudiantes de tercera edad que cursaran en la “Universidad de los mayores”
Referencias:
Henry, Shawn Lawton. (Glasshaus, 2002). Understanding Web Accessibility. En Constructing Accessible Web Sites. April 2002. ISBN: 1904151000.
Huete García, Agustín (CERMI, 2012). “La discapacidad en las fuentes estadísticas oficiales. Examen y propuestas de mejora (II). Análisis formal y de contenido sobre discapacidad en las referencias del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS). Versión inicial para examen y aportaciones”. Disponible aquí.